martes, 10 de mayo de 2011

Caracola


En la niñez creía que ese rumor que suena dentro de las caracolas era el eco del mar. Lo re-cuerda muchos años después, cuando pone junto a su oído la enorme caracola. Y, en efecto, oye el ruido del mar, ese sordo bramar del oleaje lejano, pero también escucha graznidos de gaviotas que pasan, la sirena de un barco, y por fin una voz que canta, eran muy jóvenes, brillaba el sol del verano, paseaban por la playa cogidos de la mano y ella cantaba esa misma canción, una canción que habla de lo que guardan las caracolas, esta caracola que resuena en su oído mientras el chamarilero contempla con aire suspicaz al hombre mayor que lleva ya más de veinte minutos con los ojos cerrados y una de las viejas caracolas de su tienda apoyada en la oreja derecha.

J.Mª Merino. La glorieta de los fugitivos. 2007